Siempre elijo donde meo



Nene, ¿te has perdido?
¿Buscas a tu dueño?
Dices que se ha ido...
sígueme, pequeño.

Estás bien alimentado
¡si pareces una bola!
Veo que alguien te ha cortado
un pedazo de tu cola.

¿Qué? ¿Qué no te la han cortado?
¿Es que fue en una pelea?
Eso nunca lo he aprobado.
El reñirse es cosa fea.

Ya que tú eres un gatito
y yo soy adulta y lista,
vente conmigo, chiquito
y no me pierdas de vista.

Tenía ya pensado
dar hoy un buen paseo,
te llevaré a mi lado
al sitio donde meo.

Quizá sea algo triste,
ninguna maravilla.
Seguro que tu hiciste
todas tus meadillas

en más limpias arenas
que las que yo te ofrezco,
y aunque ésta sea buena
de lujos yo carezco.

Lo has adivinado,
te hablaba de la playa.
¿Dices que no has estado?
Pues no creo que haya

lugar con más arena
y ese olor a pescado...
Y hablando de la cena,
tú aun no habrás cenado.

Chiquitín, no te impacientes
que ya estamos llegando.
¿Que no tienes prisa? Mientes.
Nenín, ¿te estás meando?

Supongo que eso ha sido
hablarte de la arena...
¡Ay, pequeñín perdido!
Ya me estás dando pena.

Tranquilízate, majete.
Aquí tienes ya tu playa.
¿No es enorme este retrete?
¿Que dices, que me vaya?

No lo hubiera imaginado...
Un gatito con vergüenza.
Ya está, ya me he girado,
ya puedes, va, comienza.

¿Que me vaya algo más lejos?
¿Pero qué es lo que te pasa?
Vale, vale, ya te dejo.
Eres tú un gato de casa.

Mejor estarás educado
que esta gata de la noche,
de la calle, del terrado,
del calor que hay en los coches,

de los cubos de basura
y del árbol del paseo
y aunque es una vida dura
siempre elijo donde meo.


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Despedida



La niña despierta asustada en la cama
De la pesadilla huyendo aterrada
En ella, los suyos, aquellos que ama
Dejaban la vida, abrazando la nada.

Se apaga en la noche su grito callado
Las sombras se ciñen con negra presencia
Se dice a sí misma que sólo ha soñado
“Soñaba tan solo” sus labios sentencian.

Y siente de pronto una mano en su cara
Un dedo que atrapa una lágrima huida
Un cálido abrazo protege, la ampara
Y un beso que le hace sentirse querida.

Y suena en su oído la voz de la madre
Que dice a la niña “no temas, querida”
Y está la presencia también de su padre
La quieren, la cuidan y está conmovida.

Y quiere saber qué hacen ya en casa
Si el viaje emprendido duraba diez días
Y es tal el silencio que el frío traspasa
Cual flecha de hielo su alma que ardía.

Y se desvanecen las formas amadas
Y queda de nuevo su cuarto vacío
Y lágrimas brotan, y llora callada
Y tapa su cuerpo temblando de frío.

Y cuando le digan, pasados los días
La triste noticia, las vidas perdidas
Sabrá que el amor que por ella sentían
Los trajo a su cama, en la despedida.


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El bebé del Tiempo



Año 10.724 de la Nueva Era.

Soy el doctor Fiyinniyish, jefe de la sección de maternidad del hospital Centro Del Mundo del planeta Tierra. Quiero dejar constancia del caso que tanta polémica ha suscitado, y del proceder de nuestro centro.

Hace unos meses la opinión pública se horrorizó cuando en nuestro hospital se produjo el nacimiento de un bebé deforme. En todos los años que llevo ejerciendo la profesión no recuerdo que nunca haya sucedido tal cosa, pero me consta que no es la primera vez en la historia que se han producido nacimientos con malformaciones. Sin embargo, este caso fue lo más extraño que ha ocurrido nunca.

El bebé no tenía ni un solo rasgo de nuestra especie, y lo que fue mucho más traumático, tanto para la madre como para el equipo que la asistió durante el parto, fue comprobar que el bebé no estaba preparado para vivir fuera de un medio líquido.

Aunque disponía de pulmones, su cuerpo parecía estar "pensado" para vivir bajo el agua. Después de hacerle todo tipo de pruebas llegamos a las siguientes conclusiones:

Las vértebras cervicales estaban soldadas al cráneo.

Tenía un volumen de sangre mayor al de nuestra especie y una capacidad mayor para almacenar oxígeno en la sangre y en los tejidos musculares.

En cada inspiración renovaba entre el 80% y el 90% del aire de los pulmones frente al 10% ó 20% de los nuestros.

Presentaba cierta resistencia a acumular dióxido de carbono en los tejidos, y, teniendo en cuenta que es la acumulación de éste, en lugar de la falta de oxígeno, lo que desencadena la respuesta respiratoria involuntaria, parecía evidente que podía estar mucho más tiempo sin respirar que nosotros.

En lugar de brazos tenía aletas, y una cola en lugar de las extremidades inferiores.

Todo ello me hizo pensar en un retroceso más que en una malformación. Aquel bebé, a mi entender, había sido fruto de una regresión genética.

Había visto la luz un ejemplar de una especie perteneciente al pasado. Una especie que habitaba en el mar.

La madre no tuvo ningún inconveniente en deshacerse del bebé. Después de consultar con los especialistas en Tiempo, decidimos enviar el bebé al pasado, a la época exacta en la que pudiera convivir con otros como él.

Me apena confesar que nunca sabremos si este hijo del pasado sobrevivió.


...

16 de Marzo de 2009 (antigua era)

Susana escuchó una especie de detonación en el jardín, como si hubiera estallado el coche de su padre. Se asomó por la ventana y no vio nada extraño.

Bajó las escaleras a todo correr y cuando pasaba por delante de la cocina, su padre, que hasta el momento del estruendo había estado preparando la comida, le salió al paso.

- Ni se te ocurra salir.
- Pero papá...
- Eso no ha sido un ruido normal. Saldré yo.
- No pienso dejarte que lo hagas solo. Voy contigo.

Sabiendo lo testaruda que era la nena, la cogió de la mano y salieron juntos de la casa. En un primer momento no vieron nada anormal.

- Quizá haya sido un petardo -dijo Susana.

Aquello tenía sentido. El vecino siempre andaba lanzando tracas. Y solo faltaban tres días para las fallas.

En el jardín no había nada fuera de lugar. Al otro lado de la calle, el coche estaba perfectamente.

Iban a regresar al interior de la casa cuando Susana vio el regalo en la piscina.

Se acercaron cautelosamente y contemplaron a la criatura que nadaba tranquilamente en el agua.

Aunque la cara de su padre era un poema, la de Susana se iluminó.

Alguien había dejado una cría de ballena en su piscina.


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Gato enamorado



Te vi triste y apenado
sin probar solo un bocado
del peazo de pescado
que por ti yo había robado

Y me dije al ver tu estampa
“si el chaval no se lo zampa,
con argucias, sucias trampas
de quien por el filo campa

me lo agencio, cual del hampa
gato malo y despiadado,
que la hambruna nunca escampa
y esta noche aun no he cenado”

Pero estando ya entregado
al delito consagrado
de quitarte aquel pescado
cual diablo malo alado

vi en tus ojos la mirada
la actitud desconsolada
de un gatito a quien su amada
le ha pasado por el lado
y ni tan solo lo ha mirado.
Ha pasao como si nada.

Pero al gato la estocada
y otras cien no le han bastado
porque es gato enamorado.

Y esa gata está chalada.

Y te dije: "me entristece
cuando el amor aparece
por quien menos lo merece
y es el caso de tu amada

Porque es bella y la engrandece
ese aspecto que parece
el de una rosa que florece
¡Y qué decir de su mirada!

Solo que quita el sentido
Pero yo siempre he creído
que su aspecto relamido
¿sabes lo que oculta? Nada

Su glamour bien conocido
es tan solo una fachada
Y esos números que monta
la hacen parecer más tonta

Sé bien que esto que te digo
va a servir, más bien, de nada
mas nunca estará contigo
ni a tu lado enamorada

Hazle ya este gato caso
que bien sabe de la vida
grítale al amor yo paso
y a vivir, que son dos días"


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En la escalera



El niño está sentado
Abajo, en la escalera
Canicas en la mano
Y a un lado su cartera.

La calle ante sus ojos
Está llena de vida
Y tras todas las puertas
Preparan la comida.

Su vecino rezagado
Llega ahora de la escuela
Llama al timbre siete veces
Y por fin abre su abuela.

Al subir le dice al niño
Que es vecino y es amigo
"Si no está tu madre en casa
Sube hoy a comer conmigo".

El niño le contesta
Que aun no desespera
Que esperará otro rato
Sentado en la escalera.

Su vecino sube entonces
Dos a dos los escalones
Tiene prisa porque hoy toca
De comida canelones.

Su abuela espera arriba
Y le pega un buen tortazo
No soporta que el chiquillo
Pegue siempre esos timbrazos

El niño abajo ríe
Los abuelos pegar suelen
Pero con la mano hueca
Son tortazos que no duelen.

La puerta se ha cerrado
Y el niño en la escalera
Señor de sus canicas
Guardián de su cartera

Espera que su madre
Recuerde que la espera
Como todos los días
Sentado en la escalera.


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Por todo eso



Por tu sincera mirada
por tu tranquilo semblante
por tu alma enamorada
por tu corazón constante

Por tu sonrisa de cuento
por tu azúcar y tu miel
por tu libre pensamiento
por lo suave de tu piel

Por el aire de tu aliento
por tu mestiza expresión
por tu noble sentimiento
por tu enorme corazón

Por tu centrada cordura
por tu alegría tan loca
por tus sueños de aventura
por los besos de tu boca

Por tu calor envolvente
por tu risa verdadera
por tu cielo diferente
por tu calma y por tu espera

Por tu ayer acariciado
por tu paciencia y esmero
porque estoy enamorado
hoy te digo que te quiero.


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Jugaste



En sueños
vuelvo a sentir que eres mi dueño

Despierto
vuelvo a saber que eso no es cierto

Vejado
desde que no estás a mi lado

Deshecho
por no dormir más en tu pecho

Perdido
pues desearte me has prohibido

Cautivo
en el pasado, hoy ya no vivo

Soy preso
en este abismo sin tus besos

Hundido
bajo tu adiós hoy me he sentido

Me ahogaste
y en el dolor me abandonaste

Cansado
de no librarme del pasado

Entono
tristes canciones de abandono

Fue frío
el descubrir que no eras mío

Helado
el aceptar que me has dejado

Caliente
es el rencor que ahora se siente

Tirano
que me tuviste entre tus manos

Maldito
alimentando el apetito

Diablo
demonio soy cuando de ti hablo

En tablas
diablo eres tú cuando de mí hablas

Jugaste
mas ahora sé que nunca amaste.


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Diálogo de Soy Conmigo Mismo



- Soy.

- ¿Y quién soy?

- Soy yo mismo.

- ¿Y por qué soy?

- Porque existo, porque estoy.

- ¿Y dónde estoy?

- Pues aquí mismo.

- ¿Y por qué aquí mismo estoy?

- Porque aquí y allí es lo mismo,
porque estoy aquí, y estoy,
y si estoy allí, lo mismo.

- ¿Y qué pasa si me voy?

- Nada pasa, da lo mismo.

- ¿Y por qué va a dar lo mismo?
Si yo mismo soy quien soy
porque existo, porque estoy,
si me voy y ya no estoy
ya no puedo ser yo mismo,
porque no soy si no estoy.
¿Y si vuelvo, soy el mismo?
Porque he vuelto y aquí estoy.

- ¿La verdad? Me da lo mismo
Y yo soy el que me voy.

- Ah, ¿me voy? Pues yo lo mismo.

- Vale, vengo, digo... voy.


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Mar



La noche se cierra sobre la playa
Y mis pies descalzos por la arena vagan
Miro al horizonte, donde quizá haya
Sueños de un futuro que el presente apaga

En la prisa de mis días nunca pienso en ello
El trabajo, los amigos, el teléfono y los cuentos
Evitan que recuerde que el amor más bello
Pasó de puntillas y duró un momento

Mas en la noche siento como, mar, me llamas
Para que remueva el grano de tu arena fría
Y toque con mis manos tu agua calma
Y te ame, te meza y haga compañía

Y es entonces cuando aflora lo que quizá el día
Con su devenir cansino hace que yo olvide
Y sueñe y me apetezca sentir como sentía
Una llama intensa que el calor no mide

Un amor inmenso que el dolor no encierra
Un dolor perpetuo que el recuerdo asola
Un recuerdo opaco que la vida entierra
Una vida triste al pie de las olas

Y cada noche a la hora de la cena
siento en mis dedos tu faz helada
y paseo sin rumbo, perdido por tu arena
y sigo fiel como siempre a tu llamada

Y pienso y lloro y vivo de recuerdos
Y siento que comprendes mi dolor, y lloras
Y sabes que en la noche la esperanza pierdo
Y solo me salva el ruido de tus olas.


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Botellas de plomo, costas de roca



Hay una canción de Pedro Guerra que resume perfectamente lo que nos ha pasado.

Los oasis son siempre espejismos
hay pasiones que niegan el cielo
cuando me quisieron yo no quise tanto
y cuando he querido no siempre quisieron
Las palabras no solo definen
hay canciones que guardan misterios
cuando me llamaron no escuché el mensaje
cuando yo lo quise no me respondieron

Poco, mucho,
algo, casi casi nada
no siempre se cruzan
todas las miradas
Hay distancias que guardan caricias
y lugares de pocos senderos
mis señales de humo no encontraron ojos
y llegaron cartas cuando estaba lejos

En el mar hay tesoros y peces
en el río hay arena y secretos
cuando lo quisiste no salió la luna
cuando no esperabas te llovieron besos
Poco, mucho,
algo, casi casi nada
no siempre se cruzan
todas las miradas



Tus palabras me han tocado todas las fibras, pero también me han hecho comprender lo poco que te conozco y lo poco que he sabido leer en ti.
Posiblemente tu carta es la más bella (y dolorosa) declaración de amor que me han hecho nunca.

Hoy pensaba en cómo debía escribir esta carta, en lo que pensaba decirte. Pero de nuevo me encuentro sin palabras.
En el fondo creo que no somos tan distintos como lo pintas. Te empeñabas en repetir que éramos como agua y aceite. Pues ni aceite, ni agua, ni leches en vinagre. Lo único que nos falla es la comunicación. Yo no sé cómo llegar a ti y mostrarte a ese Juan Carlos del cual te hablé y que tú aún no conoces. Y tú me acribillas con lo que yo debería ser y no soy, y es algo que acaba resultando agotador. El otro día acabé reventado con nuestra charla. Hubiera huido en tres ocasiones (mínimo) porque me recordaba a los largos discursos que me soltaba mi padre cuando venía bebido. Tú me dices lo que piensas de ti, de mí, del mundo, y yo sólo soy capaz de oírte y no consigo aportar mi punto de vista, porque en el fondo tu manera de sentar cátedra hace que todo lo que yo pueda decir parezca deslucido.

Llegué a pensar que tenía realmente problemas para comunicarme, pero no es así. Nunca los he tenido. Esta idiotez crónica sólo me sale contigo. Y después de pensarlo, creo que es porque tiendes a ponerme contra las cuerdas continuamente.
No me das ni un respiro.

La misma carta a la que te intento contestar es una avalancha de nueva información. De sentimientos de los que no me hablaste. De un amor que hoy parece salir de la nada y que en su día no vi por ninguna parte.
Una de las cosas que me has dicho alguna vez que te gusta de nuestra relación es que hemos sido sinceros. Pues para la próxima vez que te enamores de alguien, ten valor y dile "te quiero" en lugar de "me gusta follar contigo".

Sé que estoy siendo muy duro. Sé que esta noche sólo va a salir veneno de mí. Pero por una vez voy a intentar llegar hasta ti. Y puede que sea la última.

¿Recuerdas la vez que, en la playa, vimos aquella pareja de chicos abrazados en el agua?
¿Recuerdas lo que dije? Sentía envidia. Quería que lo nuestro fuera como lo de ellos, un amor sin miedo, un mostrarse tal cual se es. Te reíste de mí. Dijiste que me daba morbo lo de montármelo en el agua. Cuando yo hablaba de sentimientos, tú hablabas de sexo. Y no me parece mal, cada cosa tiene su punto y su momento, pero, o bien mis mensajes iban en botellas de plomo, o tus costas no tenían arenas, sino rocas puntiagudas.

Cuando fuimos a ver “La vida”, aquella película francesa, subtitulada, parecíamos dos desconocidos. No me dirigiste la palabra en ningún momento, no intentaste tomar mi mano, ni cruzamos una mirada en toda la noche. Esperabas a llegar a casa para mostrarte cariñoso. Y si se me ocurría quejarme, te reías y me llamabas sensiblero, sentimental o nenaza.
Qué quieres que te diga, yo te necesitaba, quería sentirme a gusto a tu lado, y me encontraba escalando tus muros una y otra vez.

Me hiciste creer que lo único que nos unía era la cama.

Y te dejé.

Y ahora me escribes una carta y me hablas de amor y de sufrimiento. Me dices que querías que fuera tuyo, con todo lo que eso implica. Que me querías para ti.
Querías que fuera tu hombre. Tu reposo. El cuerpo con el que descansar y al que abrazarte llorando y riendo.

Me dices que eres una herida abierta que te escuece, y te duele el vivir. Que por eso me hablas de dolor. Que por eso puedes decirme que me odias y me odias porque me necesitas y no me tienes. Porque esperabas de mí lo que no tenías derecho a esperar de nadie.

Y me confundes. Todo esto es nuevo, y todo esto no lo sentías a mi lado.
Y en todo caso, da igual. Puede que sí lo sientas. Que sea esto lo que había y que tus muros lo escondieron para mí hasta ahora. Pero aunque lo hubiera visto entonces, aunque lo hubiera sentido, seguramente nada habría cambiado.

Porque yo no siento lo mismo. Ni lo he sentido nunca.
En el fondo ésta debiera ser una carta sin enojo. Debería sentirme halagado después de una declaración como la tuya, y expresar lo que yo siento. Pero estoy enojado, y no sé si es contigo, por no ser claro hasta hoy, o conmigo, por no quererte de igual forma.

Y por fin encajan las piezas
Y conozco la razón.
Quiso quererte mi cabeza
Pero no mi corazón.

Cuídate.


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Luis, Juan... y María

Luis

"Estaba cansado. No había cogido la bicicleta, ni acababa de subir las escaleras de mi ático de dos en dos.

Estaba un poco cansado de mí. Cansado de no saber cerrar el grifo de mi pensamiento. De no entrever hacia donde se dirigía mi vida. De decir siempre sí a todo, cuando me apetecía mucho más gritar no. Cansado, en definitiva, de andar perdido y cansado de no hacer nada para encontrar de nuevo el camino.
Tenía ganas de huir.

Cuando cogí el coche sabía que no llegaría muy lejos. Pasaron las casas, llegaron los árboles y descubrí que me dirigía a la playa, otra vez. También estaba cansado de acabar siempre mirando al mar, cosa que invariablemente me pone nostálgico. Aun así aparqué bajo los mismos pinos donde había amado por primera vez y mis pies me llevaron cuesta abajo hacia la playa donde tantos veranos había disfrutado de la lectura. Avancé lentamente hacia un millar de olas espumosas mientras el viento se empeñaba en arrancarme la chaqueta.
El invierno estaba siendo inusualmente duro, no se veía un alma y el mar se batía en un violento duelo con las rocas. La arena estaba empapada, la noche anterior había llovido y mis huellas narraban los pasos que mis pies daban con todo lujo de detalles.

El mar me dio la bienvenida con sus letras, las mías y las de todos los autores que devoré allí mismo y por un momento me olvidé de lo cansado que estaba y creí ver el horizonte. Pero el cielo estaba nublado.
Anduve por la orilla sin pensar en nada.
Aguanté diez minutos.
Luego no pude más, me senté a la orilla de su orilla y lloré.

Cayó la tarde antes de haber acabado con todas las lágrimas. Cayó la noche antes de que las lágrimas acabaran conmigo.
El frío me había calado hasta los huesos, el agua, salpicado los vaqueros y el sentido común había regresado. Me levanté.

Había un chico tras de mi. Estaba sentado en la arena humedecida por tres días de lluvia, a tres metros de donde yo me encontraba, y me observaba.
Calculé que rondaría los veinticinco. Era bastante guapo. Me pregunté cuanto tiempo llevaría allí y si había sido testigo de mi llanto. Una parte de mí quiso enfadarse por su intromisión pero mi cansancio existencial me había convertido en un ser pusilánimemente pacífico.

Pasé por su lado sin mirarlo, dirigiendo mis pasos hacia el coche, cuando sentí que me tiraba de la pernera del pantalón.
- Espera -dijo.


Me detuve en seco. Solo me dio tiempo a pensar que me iba a pedir tabaco, aunque no fumo.
- Te he estado observando. Te he oído llorar.

Lo miré a los ojos, aturdido.
- Y me has enternecido. Hacía tiempo que no experimentaba tanta ternura por nadie. He pensado que debía decírtelo.
- Ah.

Admito que aquella confesión me dejó a cuadros.
- Por un instante he sentido el impulso de sentarme a tu lado, estrecharte entre mis brazos y ofrecerte mi regazo.

A cuadros y a rombos.
- Y besar tus labios para robarles su amarga expresión y que no puedan ya hacer nada más que sonreír para el resto de nuestras vidas.

Dodecaedros.
- Pero he pensado que eso igual te habría incomodado.
- Pues... es posible.
- Me llamo Juan -se puso en pie y me tendió la mano.

Le di la mía. Entonces, y de un modo completamente automático, lo atraje hacia mí y lo abracé.
Ocultó la cara en mi chaqueta mientras mis manos acariciaban su espalda.

Han pasado tres años de aquello. Tres años en los que no solo me ha ayudado a encontrar mi camino sino que ha conseguido que cada día sea una aventura de imprevisible y dulce final."

- No le hagáis ni caso. No nos conocimos en una playa.
- Pero Juan, con lo bonito que ha sido...
- Déjalo, disfruta estropeándolo todo.
- En realidad nos conocimos en un centro comercial...


Juan

"Ocurrió durante una calurosa mañana de Junio. Sábado, si mal no recuerdo. Sí, sábado era, porque los sábados por la mañana iba a hacer la compra semanal al hiper. Me encontraba apostado en el pasillo habilitado para los cosméticos, cremas y potingues varios, echando fugaces miradas al estante de las colonias. Ya le había echado el ojo a mi fragancia favorita y estaba esperando a que la zona se despejara para dejarla caer disimuladamente en la cesta, con la intención de librarla luego, en la casi siempre despejada zona dedicada al automóvil, del envoltorio, tan impertinentemente escandaloso en las proximidades de la salida.
En esas estaba cuando lo vi aparecer de la nada. Me miró como si yo fuese un caramelo toffe al cual estuviese quitando el papel y... y el otro papel, y los pedazos de papel que se han quedado adheridos. Después me hizo un guiño que confundí con un tic nervioso y para mi sorpresa lo vi coger la colonia que yo había decidido escaquearle al centro, quitarle allí mismo el envoltorio y metérsela sin ningún disimulo en un bolsillo interno de su anorak.
En aquel preciso instante caí a sus pies, seducido, cautivado, embelesado, entusiasmado, agilipollado y definitivamente enamorado."


- Si te soy sincera, prefiero la versión de Luis.
- Anda, calla. La realidad no se puede adornar con eufemismos baratos de oleaje y amores barrocos.
- Pero...
- Que te calles. Qué sabrás tú sobre la idiosincrasia amorosa, afectuosa o erótica propiciada por el hurto...
- ¿...?
- Prosiguiendo:

"Me ofrecí allí mismo a hacerle la colada por el resto de nuestras vidas a lo que contestó que ni hacía falta ni había necesidad porque nunca se ponía la misma ropa, y como para darle mayor credibilidad y verosimilitud a su premisa se dirigió hacia el pasillo de las cazadoras, sacó un artilugio de su calcetín izquierdo, rebanó el cierre de seguridad de una chaqueta bien chula, le arrancó las etiquetas y se la puso sin preocuparse aparentemente en ningún momento de que la gente que pululaba por nuestros alrededores pudiera fijarse en lo que estaba haciendo. Luego repitió la operación con un chaquetón de cuero que me pasó por encima de los hombros mientras me besaba la nariz y me metía mano, todo a un tiempo y sin pestañear. Cuando se separó un poco, comprobé que mi cartera siguiera en su lugar. "¿Qué deseas que haga por ti?" me preguntó al oído. Yo miré a mi alrededor. "Siempre he querido tener una muñeca calva y sin un ojo". Me llevó en volandas a la sección de los juguetes y buscó una muñeca a la que se le pudieran hacer piercings y arrancarle la cabellera. Se presentó con cinco de distinta marca y procedencia, ya convenientemente separadas de su embalaje propagandístico y me las ofreció como tributo en un excitante e inesperado rito de apareamiento. Yo negué glamurosamente con la cabeza y señalé una caja en lo alto de la más alta estantería, en las capas altas de la atmósfera carrefuriana. No se lo pensó un instante. Comenzó a trepar, y trepó, y trepó, y cuando sus finos dedos rozaban ya la caja de mi chochona dio un fabuloso traspiés y cayó de cabeza al suelo, partiéndose el cuello y quedando en una pose muy poco favorecedora. Salí corriendo, pies para qué os quiero, mientras un montón de niñas rubias me señalaban con el dedo, y cuando ya casi estaba en la calle, Luis, que trabajaba de segurata, me cogió por la chaqueta y me llevó a rastras a un armarito de la limpieza. Me desnudó y me hizo el amor cuatro veces, mientras me contaba no sé qué historias de cansancios existenciales, paseos nostálgicos, huellas en la arena e inviernos inusualmente duros. Con el calor que hacía allí dentro, joder. Me hizo prometer que nunca más provocaría inconscientemente la muerte de nadie y que dejaría lo del hurto para mi vida siguiente. Ahora le hago la colada y, ¿veis todas esos cuadros de Miró? Son robados."


- Anda, María, ¿Dónde te habías metido? Te has perdido el primer capítulo de mis memorias.
- ¿De qué está hablando éste?
- Nos estaba contando cómo se conocieron Luis y él.
- Uy, eso os lo puedo contar yo. Yo los presenté.


... y María


A Luis lo conocía del instituto. Durante dos largos años estuve enamorada de él sin atreverme a decírselo. Él siempre me sonreía cuando nos cruzábamos por los pasillos. Me miraba a los ojos con una intensidad arrebatadora pero nunca me dirigía la palabra y a mí me gustaba tanto que era incapaz de abrir la boca. Por extraño que resulte, durante aquellos dos cursos nunca me pregunté por qué jamás lo pillé mirándome los pechos, con lo bien puestos que los tenía. Que los tengo. Os preguntaréis como pude estar dos años viéndolo de lunes a viernes sin mantener una sola conversación con él. Solo puedo decir que antes era mucho más cortada y ya sabéis que Luis es de natural tímido.

Años más tarde, cuando ya tenía a Dogos, y lo sacaba a pasear todas las tardes por la playa, me encontré con Luis.

- Hola -me dijo. - Te conozco de algo, ¿verdad?
- Fuimos al mismo instituto.
- Ay, es verdad. Tú eres la saca pecho.- Se había fijado. - Que perro más... más...
- ¿Nervioso?
- Peludo.
- Ya le toca un pelado.
- Si quieres se lo doy yo.
- ¿Eres peluquero canino?
- No, pero a veces he ayudado a mi abuelo a trasquilar ovejas, no debe ser muy diferente.
- Está bien. Tú me trasquilas a Dogos y yo te invito a cenar.

Dicho y hecho. Pelamos a Dogos entre los dos y por la noche quedamos en un italiano.

Estuve interrogándolo durante una hora. Descubrí que era homosexual y me llevé un chasco monumental, pero lo disimulé bastante bien.
Yo prefería no hablar de mí pero cuando me preguntó:

- ¿Y qué hay de ti? ¿A qué te dedicas?

No tuve más remedio que contestar:

- Soy periodista.
- Debí haberlo imaginado. Déjame adivinar. Eres redactora jefe de El País.
- Más quisiera. Trabajo para un periódico local, en un pueblito del pirineo catalán.
- Guau, suena intrépido.
- Sí, vamos. Hay una acción... pa morirse.
- Pero exactamente, ¿qué haces?
- La verdad es que no puedo quejarme. Es un buen trabajo, está bien remunerado y me permite poner a prueba mi inventiva. El problema es que después de tantos años ya no me queda mucho que decir. Siempre podría repetirme, pero no es mi estilo.
- Pero, ¿qué haces? ¿Tienes una columna de opinión?
- Va a ser que no.
- ¿Cubres la noticia allá donde se produzca? ¿Te ocupas de la investigación? ¿Qué?
- Llevo la sección de esquelas.
- ¿Esquelas?
- Sí, lo que se supone que escriben los familiares...
- Sí, ya sé, ya sé. Y, ¿qué haces? ¿Adornarlas?
- ¿Adornarlas?
- Como decías que te permite poner a prueba tu inventiva...
- Es que me las invento.
- Directamente.
- Directamente.
- ¿Y los familiares no se quejan?
- No hay familiares.
- Ah, también te los inventas.
- También.
- Y si alguien va al cementerio para acudir al sepelio, se lleva un chasco.
- No, porque también trabajo para la funeraria...
- ¿...?
- Inventando epitafios, no te vayas a creer.
- Inventando epitafios...
- Claro. Aquí yace Carlota Fernández Gutiérrez, hija de tal y de tal, esposa de tal, madre de un talito y una talita. Lo más divertido es cuando pongo algo que quiere dejar ella para la posteridad, como "Pedro, odio tus paellas pero nunca me atreví a decírtelo" o "Allí donde voy no hay facturas de Amena". Ostras, tú. Esa es buena. Me la apunto.
- Y la funeraria las inscribe en lápidas.
- Por supuesto.
- ¿Y qué pasa con lo que desearan poner los que se han muerto? Creo que es más importante que uno deje un mensaje propio para la posteridad que no que se lo escriba una periodista, por muy original que le quede.
- No te enteras. No le escribo las esquelas ni los epitafios a nadie. Las tumbas están vacías.
- ¿Y qué hacéis con los muertos? ¿Os los coméis?
- No hay muertos.
- ¿Que no hay muertos?
- Que yo sepa hace más de cincuenta años que no muere nadie en el pueblo. Me metieron en la sección de esquelas del periódico para que nadie se diera cuenta, y luego no hubo más remedio que ampliar el radio de acción a la funeraria y al cementerio.
- ¿Pero qué me estás contando?
- Lo que hay.
- ¿Y donde está ese pueblo?
- En el pirineo catalán, ya te lo he dicho.

Quedamos en que me acompañaría al pueblo ese mismo fin de semana.

Se vino conmigo y conseguí tirármelo en el tren. No os podéis hacer una idea de lo bien que folla Luis. Pero que estoy diciendo, lo sabéis perfectamente.
La pena es que salió a fumarse un cigarrito, se equivocó de puerta y se cayó del tren.
Lo localicé en un hospital al cabo de una semana, y le presenté a Juan, que trabajaba en la funeraria del pueblo (ahora, como bien sabéis, se dedica a robar cuadros; todos esos de Miró son robados) se enamoraron y nos trajimos a Luis a vivir al pueblito y ahora los tengo de vecinos. Y, bueno, no voy a negar que sigo enamorada de Luis, después de doscientos años, pero creo que ya va siendo hora de apuntar mis dos pechos hacia manos más colaboradoras.

- ¿De qué estás hablando, María?
- Les estaba explicando a éstos como se conocieron Luis y Juan.
- ¿Y quienes son ésos?
- No tengo ni idea, pero ha sido de lo más entretenido.


Finito :oP


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Tan lleno de tu vacío



Te echo de menos.

Sé que suena trillado, que lo han dicho cientos, miles, millones de veces los amantes, en todas sus cartas, en todos sus monólogos de amor tras la ventana, con la mirada fija en la noche, intentando comprender el mundo que es oscuro y cruel, esperando un regreso que, en nuestro caso, no se ha de producir...

Y sin embargo, no encuentro otras palabras en este denso vacío donde ahora habito.

Te echo de menos.

Y, Dios Santo, no sabes hasta qué punto...

Tu fotografía, aquella tan extraña en la que tus ojos parecen mirarme fijamente, sin importar desde qué ángulo la observe, sigue encima del piano, que poco a poco se va cubriendo de polvo, y soy incapaz de limpiar. Nadie ha de tocarlo. Jamás.

Y cuando María amenaza con pasar un trapo, le digo, le imploro, le grito que ni se le ocurra ponerle un dedo encima. Quiero que todo siga igual cuando regreses.
Supongo que se lo digo para que piense que no estoy del todo en mis cabales, aunque en el fondo ella sabe que lo digo por joder, y yo... que no vas a volver.

Y te echo de menos cada día, cada noche, cada minuto y segundo de esta vida fría, opaca y absurda que vivo sin ti.

No puedo olvidar. No puedo dejar de pensar en aquel entonces. Todo tenía un significado distinto cuando estabas conmigo. Un sentido especial. Contigo, el mundo cobraba ilusorios matices de dicha ante mis ojos, que miraban a través del prisma de los tuyos.

La seguridad, el apoyo... el compartir, el escuchar y ser escuchado... el beso, el sexo, el cine... la cena, los amigos... la discusión, la intolerancia... los celos, las broncas, el abrazo... los planes, los regalos, los sabores... el teléfono, los problemas, la distancia... el adiós, las horas, el llanto... el reloj, la llamada, el reencuentro... el afecto, la reconciliación, la mesa de la cocina... el desván, los sueños, la música... las plantas, el verano, las notas del piano... tus manos, nuestros pies, los imposibles... el pasado, la soledad, el miedo... el frío, la indefensión, el ostracismo... el presente, la dicha, el calor... el amor, el futuro, el dolor... la pena, la depresión, el desasosiego... los silencios, las mentiras, la verdad... los helados, el atardecer, la hierva bajo los pies... los arrumacos...
Y el desgaste, el rencor, el odio. El tormento, la frustración, la intransigencia. La culpabilidad, las lágrimas, los recuerdos. Lo compartido... y lo perdido.

Todo exactamente igual en todo a los amores de todos, pero distinto al lado tuyo.

Algo queda de ti. Estás en la fotografía, en el aire fresco, en la cama deshecha y en las notas del piano, que aunque ya no suenen, se siguen oyendo de vez en cuando.

Estás en la casa. Sigues en mí. Algo conservo, y hay más aquí de ti que en ningún otro sitio.

Por eso, cuando llega el nueve de octubre, las flores las dejo sobre el piano, junto a tu fotografía, desde la cual me vigilas con tu mirada viva, porque no quiero, no puedo poner flores en un lugar tan lleno de tu vacío.


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Que lo siento



Que lo siento
Que te quiero
Que no quise hacerte daño

Que fue el miedo
Que fue un fallo
Que me siento un poco extraño

Que el amor que por ti siento
Que es tan fuerte y tan osado
Que no lo desgasta el tiempo
Que no estés tan preocupado
Que fue cosa de un momento
Que nadie te lo ha robado

Que me abraces
Que me beses
Que tú siempre me has besado
Que es un gusto y me apetece
Que lo hagas y a mi lado
Que te quedes

Que amanezcas abrazado
Que la vida entera eres
Que eres todo cuanto amo

Que me muero si te pierdo
Que me pierdo si te vas
Que me voy si no te tengo
Que no vuelvo nunca más

Que me beses
Que me abraces
Que me cures
Que me calles

Que me mimes
Que me ames
Que me alivies
Que me arañes

Que te quiero
Que deseo
Que tu cuerpo todo entero
Que a mi lado lo descanses

Que no tengas tanto miedo

Que es un gozo ser tu amante





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